Ser capaces de acostumbrarnos a una convivencia fundada en la razón y en el derecho, bajo una institucionalidad democrática-política; y sacar adelante, y seguir impulsando, el progreso y desarrollo de nuestra economía, conciliando esa tarea con las exigencias de la justicia social.

El 19 de abril de 1990, Patricio Aylwin reflexionó sobre el doble desafío de su gobierno:

 

“Pienso que Chile vive una etapa de mucha esperanza, pero que el desafío que tenemos por delante es muy grande. Construir la democracia significa ser capaces de acostumbrarnos a convivir respetándonos todos en nuestra dignidad de personas, más allá de nuestras diferencias ideológicas y de nuestras diferencias de intereses.

 

La democracia es el gobierno de la mayoría sobre la base del respeto a los derechos de todos, y eso significa los respetos de la minoría.  Pero es, a la vez, el régimen de gobierno que asegura, promueve, protege los derechos esenciales de la persona humana, de todas las personas, y que se funda en el consentimiento colectivo.

 

En el fondo, la democracia tiende a conciliar el fenómeno de la autoridad esencial en toda sociedad con la libertas de las personas.  La autoridad tiende a ejercer su poder y avasallar a las personas.  Esto no ocurre si aparte de tener el marco, de tener que respetar los derechos de todos, la autoridad se funda en el consentimiento voluntaria de la mayoría de la población.

 

En cuanto la autoridad expresa el sentimiento colectivo mayoritario, respetando a la minoría, se concilia autoridad con libertad.

 

Pero nuestro desafío no consiste sólo en restablecer en Chile una convivencia fundada en la razón y en el derecho, y en estos criterios de institucionalidad democrática-política.  Consiste, por otra parte, en sacar adelante, y seguir impulsando, el progreso y desarrollo de nuestra economía, conciliando esa tarea con las exigencias de la justicia social.

 

En los últimos años nuestro país ha experimentado un crecimiento económico.  Hemos logrado cifras de incremento de la producción, de incremento de las exportaciones, de control inflacionario, de equilibrio presupuestario, que son satisfactorias.  Pero, al mismo tiempo, todos sabemos que el país vive situaciones de grave injusticia social, que hay sectores que no han participado y no sienten como suyo, no se sienten incorporados a este proceso de progreso y modernización, que lo sienten como ajeno.  Y esto, es un factor que perturba la estabilidad del proceso.

 

Si queremos una economía estable, necesitamos que todos los chilenos sientan que son parte, no sólo en el esfuerzo de lograr el progreso y el desarrollo, sino también en los frutos y beneficios que ese progreso y desarrollo generan.

 

Al mismo tiempo, creemos que es necesario, para lograr ese equilibrio social a que antes hacía referencia, que todos contribuyamos, en la medida de nuestras posibilidades, de una manera justa, a financiar la carga social que impone la situación de extrema pobreza que aflige a vastos sectores de chilenos.

 

Dentro de esta concepción global, atribuimos extraordinaria importancia al esfuerzo de creatividad, de organización, al aporte de creación de fuentes de trabajo, de perfeccionamiento de métodos de trabajo, de progreso en las tecnologías que se empleen, de relaciones de convivencia social más armónicas, y también, de incremento de nuestras exportaciones y diversificación de ellas al papel que en todas estas tareas cabe a la pequeña y mediana empresa.

 

Ustedes son mujeres y hombres de trabajo. Ustedes ponen su iniciativa, al servicio de la sociedad, tratando de crear bienes o prestar servicios.  Ustedes no son poderosos y por no serlo compiten dentro de la vida económica, de la vida del intercambio, en condiciones, a menudo, de inferioridad.

 

No queremos un Estado que sustituya a la iniciativa privada. No queremos un Estado que pretenda dirigir toda la economía.  Pero creemos que el Estado, como órgano del bien común, no puede ser un mero testigo impasible de cómo se desarrollan las leyes del mercado regulando la economía, sino que debe cumplir una función orientadora para impulsar el progreso y asegurar la justicia.  No sólo regulando la competencia para que sea verdadera competencia y no ocurre que «el pez gordo se come el chico», sino que también promoviendo condiciones que faciliten la iniciativa y capacidad empresarial de los sectores que requieran, de parte de la autoridad, que ésta le tienda la mano.

 

Nuestra filosofía es, frente a la empresa, la misma que ayer yo les decía a los pobladores frente a sus problemas de la vivienda: «ayúdate que yo te ayudaré».  El gobierno, como órgano superior del Estado, responsable del bien común, debe prestar algún respaldo, dentro de una visión general del desarrollo económico nacional, a los sectores que más lo merecen, que más lo necesitan.”

 

Patricio Aylwin
Presidente de la República
Discurso en ceremonia de clausura del seminario sobre pequeña y mediana empresa
Santiago, 19 de abril de 1990