“En la víspera del término de mi gobierno, me dirijo a ustedes -compatriotas- para despedirme y agradecerles la confianza con que me honraron y el apoyo que me han prestado en esta delicada etapa de nuestra vida nacional”.

Con estas palabras, el presidente Aylwin inició el que fuera su último discurso, a horas de entregar el mando de la nación a Eduardo Frei Ruiz-Tagle.

Sin pretender hacer un balance de su gestión gubernativa  -“no es a mí, sino a ustedes, al pueblo de Chile y, en definitiva a la historia, a quienes corresponde juzgarla”-  Aylwin destacó en primer lugar que durante su gobierno se había logrado recuperar “la solidez, estabilidad y prestigio de nuestro tradicional Estado de Derecho democrático, sin perjuicio de los perfeccionamientos que aún requiere”.

Tras agradecer a sus colaboradores directos, a los partidos políticos, a los poderes Legislativo y Judicial, a las Fuerzas Armadas y de Orden y Seguridad, a los trabajadores y empresarios, a los miles de compatriotas que fueron víctimas de violaciones a los derechos humanos durante el pasado reciente, y a la inmensa mayoría de los chilenos, Aylwin finalizó su discurso afirmando: “Doy gracias a Dios por la ayuda que ha brindado a nuestra patria. Él sabe que en estos años hemos procurado ser siempre fieles a la voluntad, que expresé cuando asumí, de servir a Chile como Presidente de todos los chilenos, y de servir especialmente a los que más lo necesitan, según los dictados de mi conciencia y mis convicciones humanistas y democráticas. Pido a Dios que siga protegiendo al pueblo chileno”.

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