Despedimos a un hombre íntegro, que dedicó su vida a la docencia y al servicio público, llegando a ser Contralor General de la República (1997 – 2002)

Sus funerales se realizarán este jueves 15 de febrero en el Parque del Recuerdo después de una Misa que se celebrará a las 10:00 horas en el templo de este recinto.

LA VIDA DE UN DOCENTE Y SERVIDOR PÚBLICO, CONTRALOR GENERAL DE LA REPÚBLICA 

Nacido el 12 de agosto de 1927 en Valdivia, fue el cuarto de los cinco hijos Aylwin Azócar. Su padre, Miguel Aylwin Gajardo, fue profesor y abogado. En 1924 ingresó al poder judicial, llegando a ser presidente de la Corte Suprema de Justicia en 1957.  Su madre, Laura Azócar Álvarez, fue una mujer católica de gran sensibilidad por los problemas los más necesitados y tuvo especial influencia en la formación de sus cinco hijos: Patricio, Carmen, Andrés, Arturo y Tomás. Ambos padres inculcaron en ellos la vocación por la justicia social y el servicio público, así como el respeto a la dignidad del hombre.

Gran parte de la niñez y juventud de los Aylwin Azócar transcurrió en San Bernardo, donde la familia llegó a vivir a fines de 1928 a una casona ubicada frente a la Maestranza de Ferrocarriles, que pasó a ser un lugar de encuentro familiar hasta la muerte del progenitor en 1976.

Arturo hizo sus estudios primarios en esta casa. “Todos los días llegaba una señora llamada Anita Infante. Ella me enseñó a leer, todas las operaciones matemáticas, religión. Me preparó para mi Primera Comunión. Llegaba y nos instalábamos en el escritorio. Ella me creó la disciplina y el gusto por el estudio y por leer”.

Ingresó al Liceo de hombres de San Bernardo en cuarta preparatoria, donde también estudiaba su hermano Andrés, 2 años mayor, y había estudiado su hermano Patricio, 9 años mayor.

“Mis compañeros eran el hijo del ferroviario, del sargento, del zapatero, del farmacéutico, del agricultor, del ingeniero, pero nadie hacía distingos. Mi gran amigo era un niño Fernando Díaz, cuyo padre era ferroviario, y como en tercer año de humanidades, entró a trabajar a La Maestranza. Había una integración absoluta”.

Los fines de semana los hermanos Aylwin Azócar trabajaban en la casa quinta. “El sábado era el día de la desinfección de la quinta y nosotros preparábamos, hacíamos las cosechas, raleábamos… Mi padre nos pagaba y con eso íbamos al teatro Venus.”

Especialmente preocupado porque sus hijos tuviesen conciencia cívica, don Miguel los llevaba a todas las actividades importantes. “Íbamos a la Parada Militar cuando niños. Nos subíamos al techo del auto a mirarla. También íbamos a ver la salida de los aviones en la base El Bosque. Nos quedábamos hasta el regreso de los aviones y al desfile dentro de la base militar. Todos estos actos mi padre los consideraba parte de la formación nuestra. Íbamos a todos los cambios de mando y a los funerales. Esa cosa de participar en actividades cívicas nacionales fue una cosa natural para nosotros desde niños.”

La familia también participaba en las distintas actividades que se hacían en San Bernardo, como el desfile de la Escuela de Infantería y el aniversario de la ciudad. Pero sin duda, la más recordada por todos eran las Fiestas Patrias, cuando se abría La Maestranza. “Era una fiesta. Asistían miles de personas. Pero antes de ir a La Maestranza con mi padre, nosotros hacíamos una ceremonia interna en la casa; en el segundo piso había una asta, y entonces nosotros izábamos la bandera, estábamos abajo en el jardín, y alguien izaba la bandera. Se ponía la canción nacional. Teníamos discos con la canción nacional, y era toda una ceremonia. Inclusive la gente que iba pasando por la calle se adhería este homenaje”.

El cuarto año de humanidades Arturo lo hizo en el Instituto Nacional. “Yo tenía buenas notas y me llevaron al Instituto Nacional, con gran alegría de mi padre porque era muy amigo del rector, don Ulises Vergara. La preocupación era qué iba  pasar con este pobre liceano de San Bernardo frente a estos potentados del Instituto, pero no tuve ningún problema. Varios de mis compañeros se fueron al Liceo de Aplicación, otros al Barros Arana y uno al Barros Borgoño”.

Aunque de joven pensó en ser marino, al igual que su tío Arturo Aylwin Gajardo, finalmente decidió ingresar a la Escuela de Derecho de la Universidad de Chile, siguiendo los pasos de sus dos hermanos mayores.

Al egresar de la Universidad de Chile, Arturo fue ayudante de la cátedra de Derecho Administrativo en la Universidad Católica de Chile, donde el profesor titular era su hermano mayor (1950-1955). Además, fue profesor y director ad honorem del Liceo nocturno de San Bernardo (1951-1952).

En julio de 1953 recibió el título de abogado. Ese mismo año, contrajo matrimonio con Amelita Jolfre. La había conocido algunos años antes, en una fiesta. “Fue un romance de novela rosa. Bailamos casi toda la noche, después nos seguimos viendo. Me declaré en el cerro Santa Lucía”. Juntos, formaron una familia de cuatro hijos -Cristián, Alfonso, Juan Pablo y Pilar-  12 nietos y varios bisnietos.

En 1954 Arturo comenzó a trabajar en la Defensoría Pública de San Bernardo (1954-1956) y luego, como abogado del Departamento de Bienestar de la Fuerza Aérea de Chile (1956-1957).

Aún siendo estudiante, el joven Arturo ingresó a las filas falangistas. “Como siempre Patricio hablaba con tanto entusiasmo de la Falange, a mí no se me ocurrió otra alternativa. Mi madre estaba muy entusiasmada. Mi padre también; era gran admirador de Frei Montalva”.

Comenzó a participar en la Falange de San Bernardo. Ayudó en las dos campañas de su hermano Patricio. “Toda la propaganda la hacíamos nosotros, los militantes y amigos de la Falange. Y al único que había que pagarle un poco era a un señor Quijada y otro que se llamaba Palacios. Todos éramos expertos en pegar afiches. Nosotros preparábamos el engrudo y salíamos en las noches. Los que teníamos auto lo poníamos y ahí llevábamos los afiches y los tarros de pintura y de engrudo. Íbamos en el auto de mi padre”.

Durante el verano de 1957 se entregó “en cuerpo y alma” a la campaña senatorial de Eduardo Frei por Santiago. “En mi calidad de jefe de la campaña en todo el distrito de San Antonio, Melipilla, San Bernardo, Maipo y Buin, teníamos reuniones de trabajo en la oficina de Edmundo Pérez Zujovic, a las que iba Frei, así que yo conocí a toda esa gente”.

Pese a su activa militancia, Arturo nunca tuvo intenciones de ser un político, concentrándose en la docencia y en su carrera funcionaria dentro de la Contraloría General de la República, donde ingresó el año 1957 y estuvo 46 años , llegando a ser contralor general entre los años 1997-2002.

“Don Raúl Varela, con quien trabajaba, me dijo que había estado hablando con Enrique Silva, que era el subcontralor, y que le había preguntado si tenía un abogado para reforzar el equipo de la Contraloría. Yo me presenté al concurso.”

Comenzó así una larga carrera funcionaria, desempeñándose sucesivamente en los Comités de Tierras y Colonización, Fuerzas Armadas, Administración Financiera y en temas generales, prestando asesoría en tareas vinculadas a la carrera funcionaria, organización administrativa y régimen municipal. Participó además en la elaboración de textos legales sobre el Estatuto Administrativo y la Ley Orgánica del Ministerio de Obras Públicas.

En 1966 asumió como jefe del Comité de Remuneraciones de la División Jurídica de la Contraloría General de la República. Meses después fue nombrado jefe del Departamento de Municipalidades. “La Contraloría fiscalizaba a las Municipalidades dentro de una organización general; no existía la división específica. Pero ocurrió que la Asociación Nacional de Municipalidades comenzó a quejarse porque la Contraloría no entendía la realidad Municipal y entrababa todo. Sus miembros solicitaron al contralor Enrique Silva, que creara un Departamento de Municipalidad. Y ahí parece que el contralor y el presidente de la Asociación decidieron que yo me encargara de esto… Y yo era jefe de Comité no más… Pero conocía a toda la gente de las Municipalidades por el trabajo en el CIDU. Yo organicé todo y se logró crear un contacto mucho más permanente con las Municipalidades”.

En 1967, con cuarenta años, Arturo Aylwin asumió como fiscal de la Contraloría, cargo en el que estuvo hasta 1994. Durante ese extenso periodo, colaboró activamente con la Confederación Nacional de Municipalidades y con la Corporación de Profesionales y Técnicos Municipales, participando en múltiples comisiones de estudio; estuvo en comisión de servicio en la Comisión Nacional de Reforma Administrativa (CONARA), correspondiéndole principalmente labores de asesoría en materias sobre regionalización, procedimientos administrativos, control y reforma municipal; presidió la Comisión Asesora que preparó el proyecto del D.L. 1289/75 sobre Organización y Funciones de las Municipalidades; estuvo a cargo del estudio realizado por la Contraloría General sobre Duplicidades e Interferencias en la Administración del Estado, dirigiendo un equipo de más de 30 profesionales; y presidió la Subcomisión que preparó la Ley Nº18.575 Orgánica Constitucional de Bases Generales de la Administración del Estado.

En los años en que su hermano Patricio fue presidente de la República (1990-1994), Arturo no desempeñó ninguna tarea de control directo sobre la Administración Nacional, por razones de incompatibilidad ética. Sin embargo, dirigió estudios sobre preparación de normas, planes y medidas de modernización de la Contraloría y de perfeccionamiento de su personal.  Al mismo tiempo, asesoró en aspectos técnicos al poder Ejecutivo, especialmente en temas sobre regionalización y régimen municipal, protección del medio ambiente, entre otros.

Paralelamente, Arturo Aylwin continuó haciendo clases como profesor titular de Derecho Administrativo en la Universidad Católica de Chile y, a partir del año 1966, también como profesor de Administración de Desarrollo en el Centro Interdisciplinario de Desarrollo Urbano (CIDU) de esta misma casa de estudios.

Su carrera como docente también fue desarrollándose. En 1967 asumió como director de la Facultad de Derecho de la Universidad Católica de Chile, siendo testigo directo de la toma de la Casa Central la Universidad Católica de Chile y el proceso de reforma universitaria que afectó a la mayor parte de los planteles universitarios del país. “En la toma yo no tuve ninguna participación. Por lo demás, mi forma de ser es contraria a la violencia. Me dejé seducir, eso sí, con todo esto de la democratización de la universidad, con esto que la comunidad universitaria era una comunidad viva, de mucha participación entre directivos, profesores, alumnos. También la inserción de la universidad dentro del país, como un agente comprometido con la sociedad. Que no fuera una Universidad Católica, cerrada y dogmática, sino más abierta y haciéndose cargo del problema social, verdaderamente cristiana. Acercar la Universidad con la ciencia y la política… este concepto de lo interdisciplinario, la extensión cultural; la Universidad debía ser el centro de un pensamiento abierto. Yo me entusiasmé con todas estas ideas, y hasta me creía un salvador del país. Junto con otra gente veíamos que este cambio de las Universidades iba a provocar a la postre un cambio de toda la política chilena… La Universidad como centro de pensamiento. Y fue todo al revés”.

En 1970 Aylwin fue nombrado prosecretario general de la Universidad Católica de Chile, cuando Fernando Castillo Velasco era rector. Tres años después, la Universidad era intervenida por los militares y sus autoridades reemplazadas por personas afines a la Junta de Gobierno.

La carrera docente de Aylwin continuó por largo tiempo. A sus clases de Derecho Administrativo en la Universidad Católica, sumó, a partir de 1974 y hasta 1994, las de Administración Pública en la Academia Nacional de Estudios Políticos y Estratégicos (ANEPE). También fue profesor en la Academia Diplomática de Chile Andrés Bello (1987-1994), en la Universidad Diego Portales (1988-2007) y en el Instituto Superior de la Policía de Investigaciones de Chile (1990-2002).

En abril de 1995, bajo el gobierno de Eduardo Frei Ruiz Tagle, Arturo Aylwin asumió como subcontralor de la Contraloría General de la República. Dos años más tarde, el 2 de abril de 1997, tras cuarenta años de carrera funcionaria en la institución, fue designado contralor general de la República.

Estuvo en el cargo hasta el 12 de agosto de 2002, día en que cumplió 75 años, la edad límite para ser contralor.

Fue un hombre de paz, estudioso, erudito en sus materias, dialogante y flexible.

Muy querido por sus sobrinas y sobrinos, siempre mantuvo una especial preocupación por toda su familia.

Aunque nunca participó en política ni era su vocación principal, contaba con gracia que toda vez que pudo -y que su cargo en la Contraloría se lo permitía- colaboró con la causa humanista-cristiana. Participó en la redacción del programa de Gobierno de Eduardo Frei Montalva, aportando en los temas de regionalización. También, durante sus vacaciones, ayudó a su hermano Patricio en su campaña senatorial (1965). “Me metí a la campaña, y con el ‘Vitrola’ Fuenzalida, me hice cargo de la campaña en Curicó, pero iba fundamentalmente a los lugares rurales, porque no podía exponerme, siendo abogado de la Contraloría General de la República. Yo daba discursos, y lo más genial era que en algunas partes, el ‘Vitrola’ Fuenzalida me hacía pasar por candidato… ¡así que yo era Patricio Aylwin!”

Arturo Aylwin Azócar, descansa en paz.