Trayectoria Política

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Patricio Aylwin manifestó desde muy joven su inquietud por la justicia social. Gran lector, el primer libro que recordaba haber leído fue Corazón de Edmundo de Amicis. Lo leía con su madre, se emocionaban y ambos lloraban juntos con la sacrificada historia del niño italiano que vive conmovedoras situaciones que ponen a prueba sus valores familiares y humanos.

Desde los 11 años y durante su adolescencia, leyó y releyó a sus predilectos: Los Miserables, de Víctor Hugo, los seis tomos de La Historia de los Girondinos de Alphonse de Lamartine, Sub Terra y Sub Sole de Baldomero Lillo, y al filósofo Ortega y Gasset, lecturas que le marcaron en su vocación por la justicia, creándole según el mismo confesó, una “inquietud social”.

Alrededor de los 16 años, sucesos históricos cruentos como el advenimiento y desarrollo de la Guerra Civil Española y el franquismo; el fascismo, el nazismo y el comunismo, como fenómenos que se instalaban en Europa; y finalmente, la Segunda Guerra Mundial, lo marcaron para siempre y lo hicieron tomar posición en favor de la paz y la justicia

Un hermano de su madre, el senador y fundador del Partido Socialista, Guillermo Azócar Álvarez, tuvo gran influencia en él. El joven Patricio, entonces ya muy sensible por los temas sociales, confesó que se encantó con esos idearios y estuvo a punto de ingresar a las filas de ese partido, no obstante, más tarde, optaría por ser democratacristiano.

En la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile generó lazos con otros jóvenes de similares inquietudes a las suyas, pero dudaba entre su interés académico y su interés por la política. Con el tiempo, percibe que el ejercicio del derecho es un marco estrecho para luchar por la justicia social, motivo por el cual comienza su vinculación con la actividad política, concretamente con la juventud falangista.

En 1946 ingresó oficialmente a la Falange Nacional. Un año más tarde se presentó como candidato a regidor por San Bernardo, sin lograr ser electo.

Tras perder la elección a diputado por el Cuarto Distrito de Santiago, en septiembre de 1947 es elegido Vicepresidente del falangismo.

Entre 1950 y 1952 fue por primera vez Presidente de la Falange Nacional. Posteriormente fue uno de los fundadores de la Democracia Cristiana en 1957 y, al año siguiente, asumió como Presidente Nacional del conglomerado hasta 1960, colaborando en la primera campaña presidencial de Eduardo Frei Montalva.

En 1965 fue electo senador por Curicó, Talca, Linares y Maule. Durante la Presidencia de Eduardo Frei Montalva (1964-1970), Patricio Aylwin se convirtió en un puntal político del gobierno que, en un contexto de fuerte ideologización y conflicto social, se vio cuestionado desde su inicio por sectores de su propio partido, especialmente de la Juventud Democratacristiana, desencadenando la división del partido que concluyó con la formación del MAPU (Movimiento de Acción Popular Unitario) en 1969 y luego de otro sector que constituyó la Izquierda Cristiana, que más tarde se integrarían a la Unidad Popular.

Patricio Aylwin defendió y apoyó la conducción de la llamada “Revolución en Libertad” impulsada por el Gobierno del Presidente Eduardo Frei Montalva, asumiendo la conducción del partido oficialista frente a los sectores rebeldes entre 1965 y 1967, y desempeñando una vasta labor parlamentaria que incluyó, entre otras, la Reforma Agraria, la Ley de Chilenización del Cobre y la Ley de Organizaciones Populares.

Durante el Gobierno de Frei Montalva asimismo, siendo senador por la circunscripción que incluía la provincia de Linares, fue de los primeros en denunciar a Colonia Dignidad como un enclave que no respetaba el Estado de derecho del país.

El 1969 participó también como presidente de la Delegación de Chile ante la Asamblea General de Naciones Unidas.

En el contexto de la Guerra Fría el escenario político nacional se fue radicalizando y la Democracia Cristiana, con su candidato presidencial Radomiro Tomic, resultó derrotada en 1970. Conforme a la legislación vigente, el Congreso Nacional debía elegir al Presidente de la República entre las dos primeras mayorías: el candidato de la derecha, el ex Presidente Jorge Alessandri (quien salió segundo) y el candidato de la izquierda agrupada en la Unidad Popular, Salvador Allende, que ganó por estrecha mayoría.

Patricio Aylwin una vez más jugó un rol fundamental, sustentando la decisión de apoyar a Salvador Allende, pero condicionada a la aprobación de un Pacto de Garantías Democráticas, que incluyó una serie de reformas constitucionales y legales para resguardar las libertades de expresión, reunión y educación; la separación de los poderes y atribuciones del Congreso Nacional, entre otras. Se vivía un clima de desconfianza en la vocación democrática de los partidos de izquierda que, aunque prometían una revolución del sistema capitalista respetando el orden democrático, la llamada “vía chilena al socialismo”, estaban alineados al bloque de los socialismos reales (Unión Soviética, Europa del Este, Cuba) en el mundo bipolar de ese tiempo.

Durante el Gobierno de la Unidad Popular, la Democracia Cristiana asumió al inicio una oposición constructiva, inclinándose por apoyar los cambios propuestos por el Gobierno en la medida que no se apartaran del Estado de derecho y la vía democrática. A poco andar, se produjo un distanciamiento, principalmente originado por la política del nuevo gobierno orientada a conquistar el poder total y de sus partidarios, usando todas las formas de lucha. Los dirigentes de base democratacristianos denunciaban sectarismo de los partidos oficialistas.

En 1972 el clima político se agravó debido a una fuerte crisis económica, con una gran inflación y escasez de alimentos. Durante todo ese período, el Senador Aylwin fue un presto opositor frente a toda acción que se apartara del respeto a la institucionalidad democrática. Desde esa posición, asumió como Presidente del Senado entre 1971 y 1972 y luego fue elegido nuevamente como Presidente Nacional de la Democracia Cristiana, en mayo de 1973, liderando la facción más firme frente a las políticas de hecho y que pretendían pasar por alto la institucionalidad democrática del Gobierno de Salvador Allende.

En medio de esta fuerte ideologización; profunda división social y política; falta de unidad dentro del propio gobierno y crisis de gobernabilidad; creciente violencia desde los extremos; presiones abiertas y soterradas a las Fuerzas Armadas para que actuaran para terminar con el gobierno; intervención extranjera para desestabilizar el régimen o para defenderlo; y alarma de una posible guerra civil, Patricio Aylwin respondió al llamado del Presidente Allende, a instancias de la Iglesia Católica, para buscar puntos de resolución de los principales problemas que dividían al país. “Mientras haya una posibilidad en veinte mil de salvar la democracia, nuestro deber es intentarlo”, dijo en medio de silbidos y denuestos frente a una asamblea de la Democracia Cristiana, que creía mayoritariamente que el gobierno solo pretendía ganar tiempo.

Desgraciadamente ese diálogo fracasó. Veinte días después, Patricio Aylwin respondió al llamado del Cardenal Silva Henríquez para juntarse privadamente con el Presidente Allende en su casa. Si bien, posterior a ese encuentro, Aylwin y el Ministro del Interior Carlos Briones llegaron a algunos acuerdos, ellos no pudieron materializarse. Para Aylwin, el gobierno estaba muy atado a sus partidos. Por otra parte, desde los diversos sectores, la adhesión a la vía democrática era cada vez más débil. La Democracia Cristiana sería el partido que, institucionalmente, apoyó hasta el último día una salida democrática que se hizo cada vez más inviable.

En ese escenario vino al golpe militar del 11 de Septiembre de 1973. Una vez producido el quiebre institucional, la directiva de la Democracia Cristiana encabezada por Patricio Aylwin hizo una declaración en la que señaló que la situación producida era  “consecuencia del desastre económico, el caos institucional, la violencia armada y la crisis moral a que el gobierno depuesto condujo al país, que llevaron al pueblo a la angustia y la desesperación”… Lamentó la situación, señaló que las FF.AA. no buscaron el poder y valoró el propósito enunciado por la Junta Militar de restablecer la normalidad institucional, la paz y la unidad de los chilenos, manifestando disposición a colaborar con esos propósitos.

No obstante, a poco andar se hizo evidente que el nuevo régimen militar no solo no estaría orientado en ese sentido, sino que —en vez de pacificar a los chilenos— se impulsaba una fuerte persecución política, con prisioneros, fusilados y violaciones a los derechos humanos. Tampoco sería transitorio y que entre sus pretensiones estaba la implantación de una nueva institucionalidad muy lejana a la democrática y al Estado de derecho. Con el Congreso cerrado y los partidos políticos al margen de la ley, Patricio Aylwin, manteniéndose como Presidente de la Democracia Cristiana hasta 1976, se dedicó a lo que él llamó “salvar el cuerpo y el alma del partido”, recorriendo el país, agrupando a los militantes y manteniendo a la Democracia Cristiana funcionando en la clandestinidad, tanto sus bases populares, como sus organizaciones sociales y su juventud. También representó a la Democracia Cristiana en la Unión Mundial de Partidos Democratacristianos y la Organización Democratacristiana de América Latina.

Después de entregar la presidencia de la Democracia Cristiana a Andrés Zaldívar, elegido bajo el receso partidario, Aylwin se marginó de la primera línea. Durante esos años retomó a su profesión de abogado con las dificultades propias de la época, participó activamente en la defensa de casos de violaciones a los derechos humanos, presentando numerosos recursos judiciales por situaciones de extrañamiento de personas del país (Jaime Castillo, Renán Fuentealba), violación al derecho de libertad de expresión (Radio Cooperativa) y muchos otros.

En julio de 1978 se fundó el llamado Grupo de Estudios Constitucionales o “Grupo de los 24”, que convocó a diversas personalidades -de un espectro político que iba desde comunistas a liberales, muchos provenientes del mundo académico-, para trabajar en una propuesta alternativa a la nueva Constitución Política impulsada por la dictadura, que sería aprobada sin registros electorales ni libertad de expresión, vía simulacro de referéndum, el año 1980.

Aylwin fue Vicepresidente de este Grupo hasta 1985, y como tal, fue actor relevante en uno de los primeros espacios de diálogo y trabajo conjunto entre sectores de distintas posiciones en la oposición a la dictadura dentro de Chile.

En 1982, tras la muerte de Eduardo Frei Montalva, Patricio Aylwin volvió a integrar la directiva de la Democracia Cristiana encabezada por Gabriel Valdés, esta vez como Vicepresidente.

Durante esos años, la Democracia Cristiana apoyó las movilizaciones sociales contra la dictadura, que además debió hacer frente a una grave crisis económica que aumentó la pobreza y la cesantía, generándose un clima de fuertes manifestaciones entre los estudiantes, los gremios y los pobladores.

La movilización social abrió espacios de expresión, pero no logró el debilitamiento de la dictadura sino más bien el endurecimiento de la represión.

En ese contexto, el año 1983 el Partido Demócrata Cristiano junto a otros partidos (liberales y conservadores; radicales y socialdemócratas; democratacristianos y grupos socialistas) crearon la Alianza Democrática, agrupación presidida por Gabriel Valdés. Su objetivo: encontrar una salida política-jurídica a la dictadura, buscando acuerdos amplios entre fuerzas políticas de distintos sectores.

En 1984, considerando la dureza del régimen y las consecuencias de las movilizaciones sociales, con sus secuelas de violencia y represión, Patricio Aylwin fue uno de quienes lideró la tesis de enfrentar y derrotar al régimen por medios políticos, dentro de sus propias reglas de juego, apoyado por Edgardo Boeninger, quien había sido Rector de la Universidad de Chile en 1973.

Entre 1985 y 1986, habiendo dejado la Vicepresidencia de la Democracia Cristiana, Patricio Aylwin fue elegido y ejerció como Vicepresidente del Colegio de Abogados.

En 1987 retomó nuevamente la presidencia de la Democracia Cristiana con la tesis de inscribir al partido en los registros electorales y prepararse para participar en el plebiscito que debería convocarse en 1988, conforme a la Constitución de 1980, para consultar al pueblo por la continuidad del General Pinochet por ocho años más como Presidente de la República.

Uno de los objetivos principales del cometido de Aylwin fue entonces la reestructuración del partido y la reorganización de la oposición a la dictadura ante el anuncio de Augusto Pinochet de someter a plebiscito su continuidad en la presidencia de Chile y de convocar a elecciones en caso de obtener resultados negativos en la primera elección. Así, el 2 de enero de 1988, Aylwin — junto a varios dirigentes — crearon la Concertación de Partidos por el No, siendo él mismo su vocero ante la opinión pública. En octubre de ese año la opción “No” en contra de Pinochet obtuvo la victoria con el 55,99% de los votos válidos, logrando la convocatoria a elecciones presidenciales.

El 14 de diciembre de 1989, Patricio Aylwin se presentó como candidato a la Presidencia de la República en representación de esta alianza multipartidaria, obteniendo un 55,17% de las preferencias y ganando con ello la contienda electoral que terminaría con la dictadura y daría paso a la transición a la democracia. El 11 de marzo de 1990, asumió como Presidente de Chile, recibiendo de parte de Augusto Pinochet la banda presidencial.