
La declaración de la directiva del PDC
La noche del martes 11 de septiembre de 1973 la directiva del PDC, encabezada por Patricio Aylwin, consideró que, como representante del principal partido político, tenía el deber de orientar a sus camaradas y decir a sus compatriotas y a la opinión pública mundial, lo que pensaba respecto a los graves hechos que habían ocurrido la mañana de ese día en el país.
Poniendo antes que nada el prestigio e interés de Chile como nación, la directiva del PDC estimó su deber dar testimonio de la tradición institucional de respeto y sometimiento de las Fuerzas Armadas al Estado de derecho, dejando en claro que ellas no se habían abanderizado en la aguda confrontación política que se vivía, sino que su afán había sido procurar prestar su colaboración para superarla. La historia republicana chilena respaldaba esta tradición, lo que hacía esperar que la Junta Militar no se engolosinaría con el poder, ni lo ejercería con sectarismo y crueldad, ni menos pretendería perpetuarse en él.
Por sus convicciones democráticas, y ante la certeza de que la derecha política y económica procuraría influenciar al nuevo régimen hacia políticas reaccionarias, los miembros de la directiva del PDC consideraron que, ante el hecho producido, lo más importante en ese momento era manifestar la necesidad de restablecer prontamente el régimen democrático devolviendo el poder al pueblo soberano para que, libre y democráticamente, decidiera el destino patrio y, de este modo, se evitara la imposición de políticas reaccionarias que implicaran un retroceso en los aspectos económico y social.
Inspirados en estos ideales y sentimientos, la mañana del 12 de septiembre el presidente del PDC, Patricio Aylwin, se reunió con el vicepresidente y el secretario general del partido, Osvaldo Olguín y Eduardo Cerda respectivamente, para redactar una declaración cuyo tenor solo lograron consultar por teléfono con Jaime Castillo, miembro de la comisión política del partido.
En ella expresaban que los hechos que se vivían en Chile eran consecuencia del desastre económico, el caos institucional, la violencia armada y la crisis moral a la que el Gobierno de la Unidad Popular había llevado al país. Afirmaban su confianza en los propósitos de restablecer la normalidad institucional expresados por la Junta Militar, razón por la cual estimaban que esta merecía la cooperación patriótica de todos los sectores, advirtiendo la necesidad del respeto a los derechos de los trabajadores, sin odio y sin persecuciones, para construir el porvenir de Chile.
La declaración, elaborada en un tono que evitaba aislar a los nuevos actores a fin de que fuesen cooptados por sectores políticos y empresariales revanchistas y antidemocráticos, finalizaba señalando que la Democracia Cristiana lamentaba lo ocurrido; que había agotado sus esfuerzos por alcanzar una solución por la vía político-institucional; y que en este nuevo escenario continuaría luchando para conseguir el desarme de los espíritus y las manos, la pacificación, la reconstrucción de Chile y la vuelta a la normalidad institucional, posponiendo como siempre sus intereses partidistas al bien superior de la patria.
“La declaración de los 13”
El 11 de septiembre, una vez ocurrido el golpe de Estado, una treintena de camaradas concurrieron, conforme a lo planificado, a casa de Bernardo Leighton donde acordaron redactar una declaración rechazando el golpe, lo que fue ratificado al día siguiente, en casa de Ignacio Palma, por trece de ellos, pese a las advertencias de Radomiro Tomic respecto a que la declaración debía previamente ser aprobada por el consejo nacional del PDC.
El jueves 13, mientras se realizaba una reunión del consejo nacional para analizar los hechos y ratificar el actuar de la directiva, trece militantes -Ignacio Palma, Renán Fuentealba, Fernando Sanhueza, Sergio Saavedra, Claudio Huepe, Andrés Aylwin, Mariano Ruiz-Esquide, Jorge Cash, Jorge Donoso, Belisario Velasco, Ignacio Balbontín, Florencio Ceballos y Bernardo Leighton- suscribieron una declaración que fue distribuida a medios de prensa y a algunas embajadas.
Conocida como la “Declaración de los 13”, sus adherentes condenaban en forma categórica el derrocamiento del presidente constitucional, Salvador Allende, y señalaban que el golpe era responsabilidad del dogmatismo sectario de la Unidad Popular, la irresponsabilidad de la ultraizquierda y el aprovechamiento por parte de la derecha económica, de los errores del gobierno para crear un clima de tensión, ceguera y pasión política.
La declaración finalizaba reiterando la convicción profunda de sus firmantes de que dentro de los cauces democráticos se habría podido evitar en Chile la implantación de un régimen totalitario sin necesidad de pagar el costo de vidas y los excesos inevitables en las soluciones de fuerza, y recogía como positiva la intención manifiesta de la Junta Militar de restituir el poder a la voluntad popular y de respetar las libertades públicas.
Declaración del Grupo de los 13 frente al golpe de Estado, 13 de septiembre de 1973
El 15 de septiembre, la declaración fue firmada por los diputados Waldemar (sic) Carrasco y Marino Penna, y al día siguiente, por Radomiro Tomic.
La declaración de la Iglesia católica chilena
El 13 de septiembre, el Comité Permanente del Episcopado, presidido por el cardenal Raúl Silva Henríquez, emitió una declaración en la que recordaba los esfuerzos de los obispos para que Chile se mantuviera dentro de la Constitución y la Ley, y se evitara el desenlace violento. (“La paz de Chile tiene un precio”, julio de 1973)
Los firmantes manifestaron, asimismo, su confianza en el patriotismo y desinterés expresado por las nuevas autoridades, a quienes les solicitaban moderación frente a los vencidos y respeto a los caídos, teniendo en cuenta el idealismo que los había inspirado. Finalizaban afirmando que “la cordura y el patriotismo de los chilenos, unidos a la tradición de democracia y de humanismo de nuestras Fuerzas Armadas, permitirán que Chile pueda volver muy luego a la normalidad institucional, como lo han prometido los mismos integrantes de la Junta de Gobierno y reiniciar su camino de progreso en la paz”.