Hitos del gobierno de Patricio Aylwin

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“Pienso que el empresariado debe asumir una mayor responsabilidad en el desarrollo social del país. La inversión en educación, en salud y en bienestar debe ser compartida, y los empresarios deben asumirla con mucha más energía que en el pasado.”

(Extracto del discurso del presidente Patricio Aylwin en Enade, 20 de noviembre 1990.)

“Creo que nunca en mi vida he sido objeto de una recepción más gélida; cuando yo ingresé, algunos empresarios se retiraron ostensiblemente del salón donde se efectuó el encuentro, mientras otros conversaban y poquísimos me saludaron… Era claro que yo no contaba con la simpatía del sector empresarial, lo que no me impidió exponer, con claridad y franqueza, los lineamientos de mi programa de gobierno.”

Con estas palabras, Patricio Aylwin, en ese entonces candidato a la Presidencia de la República por los partidos de la Concertación, describió su participación en Enade 1989, apenas un mes antes de ser elegido presidente de todos los chilenos, con un 55,17%.

Discurso del candidato presidencial Patricio Aylwin, en Enade, 15 de noviembre 1989.

Herederos del poder económico y político, y beneficiarios directos del neoliberalismo económico que propició la dictadura, esta actitud de desconfianza, prejuicio y recelo de las asociaciones empresariales sería la tónica durante los primeros años del gobierno democrático.

Un comienzo difícil

Anticipando las dificultades, ya antes del triunfo de Aylwin los equipos técnicos encargados del programa económico-social de la Concertación se reunieron con representantes de los gremios empresariales para concordar una agenda de trabajo enmarcada en el modelo de “crecimiento con equidad” que, tal como su nombre lo decía, buscaba asegurar el crecimiento económico para efectivamente avanzar en justicia social.

La cooperación de los empresarios era imprescindible. Manuel Feliú, entonces presidente de la CPC, delegó el diálogo en José Antonio Guzmán, dirigente gremial y partidario del régimen militar, quien, con cierto desdén afirmaba que “esta gente, si llegaba al gobierno, iba a hacer borrón y cuenta nueva.” Los gremios empresariales asumieron la defensa del sistema económico de libre mercado, mostrándose reacios a toda iniciativa que pudiese amenazarlo. El modelo era intocable.

A partir de marzo de 1990, Aylwin utilizó diversas instancias para circunscribir las desconfianzas y promover el diálogo. Pese a que no creía en el “chorreo” y “rebalse” propios de un modelo neoliberal que consideraba “eficiente para crear riqueza, pero injusto para distribuirla”, reconoció que, para avanzar en justicia social, se requería primero que la economía creciera.

“Si esta reforma no nos satisface, entonces no invertiremos en el país”

La reforma tributaria y la reforma laboral se discutieron en medio de las amenazas del empresariado y sus constantes críticas a la política de reajuste económico que debió aplicar el gobierno para hacer frente a la importante estrechez presupuestaria heredada del régimen anterior.

En abril, el gobierno envió el proyecto de reforma tributaria, en cuya elaboración se había consultado a los grupos empresariales. Pese a ello, fueron críticos. Tildaron de excesivo el aumento en los impuestos a las utilidades de las empresas, olvidando que, hasta la reforma tributaria de 1984, el gravamen que pagaban sobre sus utilidades era superior a los que ahora se proponían. Argumentaron que este aumento perjudicaría la inversión, desconociendo los incentivos que el sistema tributario les otorgaba; y que aumentaría la inflación, ignorando la política macroeconómica que acompañaba a la reforma.

Ver ministio sobre la reforma tributaria

La reforma laboral estuvo precedida por un acuerdo tripartito entre el gobierno, empresarios y trabajadores. Las negociaciones, sin embargo, fueron tensas. Sectores de la CUT acusaban que se privilegiaran los intereses de los empleadores, mientras que el empresariado, encabezado por el líder de la CPC, afirmó que “si esta reforma no nos satisface, entonces no invertiremos en el país.”

Ver ministio sobre la reforma laboral

Otro tema que tensó las relaciones gobierno-empresariado, tuvo relación con las privatizaciones de algunas empresas públicas. Como era esperable, los empresarios buscaban dar continuidad al proceso iniciado bajo la dictadura, pero el gobierno no se mostró dispuesto a “liquidar el patrimonio público”. La insistencia de los empresarios llegaría a tal punto que, en 1992, durante la gira presidencial a los países de oriente, Hernán Briones G., tras agradecer a Aylwin el éxito alcanzado en la gira, socarronamente le dijo que “ya que estaban tan amigos, porque no hacía un regalo a los empresarios.” Aylwin incautamente preguntó “¿qué regalo?” y Briones, con una gran sonrisa le respondió “privatizando Codelco”.

El contexto no era promisorio, menos aún si a los temas señalados se agregaban factores propiamente políticos, como las tensiones con el mundo militar – agudizadas tras la creación de la Comisión Nacional de Verdad y Reconciliación, en abril de 1990- y la latente amenaza de la reactivación del bloque derecha política-militares-empresarios.

 

Construyendo confianzas

A partir de agosto de 1990 el gobierno se focalizó en dar claras señales a los agentes económicos respecto de las reglas del juego básicas de la actividad económica. Consciente de la interdependencia entre lo político y lo económico, su objetivo era otorgar confianza, seguridad y estabilidad para generar un crecimiento que permitiera mayor equidad y justicia social.

Ver Minuta de Edgardo Boeninger, Ministro Secretario General de la Presidencia, sobre estrategia Gobierno-Empresario, agosto 1990.

Ver Informe de análisis al 14 de septiembre 1990. Secretaría General de la Presidencia.

Entre las acciones que contemplaba esta estrategia, estuvo la de hacer una ronda de invitaciones individuales a los grandes empresarios a tomar “tecito y horchata” con el presidente en La Moneda. La idea era ir más allá de las relaciones corporativas y protocolares. Se esperaba que los empresarios, mayoritariamente ideologizados y con influencia política, se sintiesen parte de la gestión del gobierno.

El riesgo de esta estrategia era la percepción de que el gobierno cooperaba con el mundo empresarial y no al revés. Desde luego, los trabajadores, que llevaban ya un tiempo negociando con los empresarios y el gobierno las reformas laborales, podían sentir que este último estaba siendo desleal, lo mismo que los sectores más de izquierda de la Concertación.

Una de las fortalezas del liderazgo de Aylwin fue delegar en sus ministros del área económica la tarea de afiatar los lazos más individuales que comenzaban a establecerse con los empresarios. Fue una decisión realista y honesta. Realista, porque Aylwin asumía que, como abogado, carecía de la formación que las circunstancias exigían en temas propiamente económicos. Honesta, porque sabía que al momento de tener que relacionarse más directamente con los empresarios, su historia personal – expresada en la idea de una patria justa y buena – haría que les hablara con un tono más bien crítico, poniendo en riesgo la estrategia de acercamiento que se había diseñado.

Como contrapunto, Aylwin tenía proximidad con los trabajadores. Su relación con los líderes sindicales Manuel Bustos, María Rozas, Arturo Martínez y Ernesto Vogel, venía de largo tiempo y en los últimos años se había fortalecido. Cuando había dificultades, Aylwin compartía con ellos un “tecito y horchata” en La Moneda, logrando que los acuerdos y lealtades primasen por sobre la confrontación y los intereses particulares.

Ver Informe de análisis al 23 de noviembre 1990. Secretaría General de la Presidencia.

Con el mundo de la Concertación hubo las naturales fricciones y desencuentros propios de una coalición amplia y políticamente heterogénea. Nuevamente el liderazgo de Aylwin fue primordial. Reiteradas veces convocó a La Moneda a los presidentes de partidos, juntos o en forma individual, oficialmente o de forma privada, para revisar conjuntamente los problemas y las posibles alternativas de solución que permitiesen implementar efectivamente el modelo de “crecimiento con equidad”.

 

Cuidando los propios intereses

Pese a que la desconfianza inicial de los agentes económicos había disminuido, especialmente gracias a las alentadoras cifras macroeconómicas alcanzadas hacia fines de 1990, el año 1991 no estuvo exento de fricciones entre gobierno y empresarios. Estos, como colectividad, mantuvieron una postura no gobiernista, pero su opinión era mejor que lo que la derecha política hubiese deseado.

Ver Informe de análisis al 4 de enero 1991. Secretaría General de la Presidencia.

Los acercamientos logrados fueron puestos a prueba cuando el gobierno anunció su decisión de enviar un proyecto de reformas constitucionales que incluían, entre otras, el término del sistema binominal y de los senadores designados.

El discurso en Enade 1991 del líder de la CPC, José Antonio Guzmán, donde advirtió que la tramitación de reformas constitucionales podía crear un clima de inestabilidad que afectaría la economía, evidenció no solo la fragilidad de la relación empresarios-gobierno, sino, las “maniobras de intimidación o chantaje” –como las denominó el entonces secretario general de la Presidencia, Edgardo Boeninger- que el empresariado estaba dispuesto a usar para cuidar sus propios intereses.

Ver Informe de análisis al 22 de noviembre 1991. Secretaría General de la Presidencia.

Algunas semanas después, Aylwin pronunció un discurso con motivo del segundo aniversario de la elección presidencial. Tras hacer un recuento de los logros alcanzados en materia económica y de destacar que el presidente del FMI señalara a Chile como un país cuya economía era ejemplar, envió un mensaje a los dirigentes empresariales “que viven asustados y anunciando catástrofes que resultan contradichas por los hechos, no nos merecen un gran respeto. Nos parece que son mezquinas o que revelan falta de voluntad y falta de espíritu de imaginación creadora”, agregando lo curioso que le resultaba que “los mismos que defienden la libertad económica en todos los planos y que quieren el libre imperio de las reglas del mercado, sin embargo, frente a ciertos fenómenos, acuden presurosos a pedirle al gobierno protección y amparo para sus intereses.  ¿En qué quedamos?  ¿Quieren reglas del mercado o quieren que el gobierno sea el que maneje la economía?”

Ver Discurso del presidente Patricio Aylwin en segundo aniversario de la elección presidencial, 14 de diciembre 1991

El tono usado por el primer mandatario causó molestia en el empresariado y cierto nerviosismo dentro del equipo político del gobierno, que advirtió que un discurso de este tipo ponía en riesgo el compromiso de los agentes económicos con el crecimiento económico, cuestión que no podía ocurrir si realmente se quería alcanzar un umbral mínimo de bienestar para toda la sociedad, que, a fin de cuentas, era el objeto primordial del modelo de “crecimiento con equidad”.

Ver Informe de análisis al 20 de diciembre 1991. Secretaría General de la Presidencia.

 

Más allá de las fronteras

En materia económica, el año 1992 tuvo como objetivo primordial la inserción internacional de la economía chilena, tras 17 años de aislamiento. El desafío que se propuso el gobierno fue iniciar debidamente el paso de una economía cuya vocación exportadora estaba basada casi exclusivamente en una mano de obra barata y recursos naturales, junto a un tipo de cambio artificialmente alto, a una cuyas exportaciones se sustentasen en una mano de obra capacitada y creativa, una adecuada maquinaria e infraestructura, y la no intervención del tipo de cambio.

La estrategia para esto fue integrar a los dirigentes empresariales a las giras internacionales. Así, como parte de la comitiva presidencial, grupos de más de treinta empresarios y representantes del mundo sindical viajaron en mayo a Estados Unidos, en junio a Europa y en noviembre a los países asiáticos. La oportunidad no solo sirvió para que el gobierno avanzara en las negociaciones de tratados de libre comercio y para que los propios empresarios establecieran contactos directos con los grupos económicos en cada país. También ayudó a mejorar las relaciones personales entre dirigentes empresariales, trabajadores y políticos; más de ocho horas dentro de un mismo avión, sirvieron al menos para que se disiparan prejuicios de lado y lado. 

El plan del ejecutivo dio sus frutos. No deja de ser revelador que, en septiembre de 1992, Manuel Feliú defendió la idea de prorrogar el mandato presidencial. El gobierno había cumplido en prácticamente todo lo prometido en materia de crecimiento económico, alcanzado cifras cercanas al 10%, y demostrando que la eficiencia económica y la democracia política eran términos plenamente compatibles.

 

La hora de la equidad

Desde 1991 el gobierno venía implementado una intensa agenda en materia de gasto social. Ese año tenía la particularidad de no ser un año electoral, a diferencia de los dos venideros y, por tanto, era un momento propicio para materializar una agenda social encaminada a sentar los cimientos de un Chile más justo. Se le definió como “el año de las realizaciones” y aunque hubo muchos logros, el ejecutivo sabía que eran insuficientes para una parte importante de los chilenos.

Aprovechando la coyuntura del debilitamiento de la derecha producto del denominado “caso Piñera”, y de lo inapropiado que resultaría cuestionar la mantención de las obligaciones tributarias en medio de un año electoral, a fines de 1992 el gobierno propuso prorrogar los efectos de la reforma tributaria de 1990. Como se esperaba, los empresarios y la derecha optaron por flexibilizar sus posturas y aceptar la propuesta del ejecutivo.

Ver Informe de análisis al 4 de septiembre 1992. Secretaría General de la Presidencia.

Ver Discurso del presidente Patricio Aylwin en Enade 1992, 4 de noviembre 1992.

El año 1993 la estrategia fue perseverar en el camino trazado, poniendo el énfasis en la justicia social. Se habló entonces de “crecimiento con equidad creciente”, entendiendo que el modelo que había propuesto la Concertación no era “mágico” y requería de un esfuerzo sostenido donde el Estado y el sector privado se articulasen en torno a la gran tarea de elevar la calidad de vida de los chilenos.

A fines de ese año, en Enade, el líder de la CPC destacó el “genuino aporte que han efectuado los empresarios a la estabilidad y al progreso del país”, al mismo tiempo que reconoció la “prudencia y ductilidad mostrada por el presidente Aylwin y sus colaboradores, para conjugar las distintas visiones que había sobre el desarrollo económico y social.”

Ver Discurso del presidente de la CPC, José Antonio Guzmán, Enade 1992, 10 de noviembre 1993.

Ver Discurso del presidente Patricio Aylwin en Enade 1992, 10 de noviembre 1993.

Sin duda, el gobierno de Aylwin fue prudente. El escenario político, social y económico – en un contexto castrense politizado – así lo exigía; ¿de qué otra forma sino se hubiese podido transitar pacíficamente hacia una democracia después de 17 años dictadura?

¿Un gobierno dúctil? No. El modelo económico aplicado era claro: “crecimiento con equidad”; los empresarios estuvieron disponibles para lo primero, quedando al debe con lo segundo. Hoy el país está “pagando” las consecuencias.